viernes, 6 de julio de 2012


Esto sucede en los tiempos de los abuelos de aquellos que vieron como nietos a estos, que nosotros respetamos porque llaman a nuestros padres, hijos. A sabiendas, creo, que te imaginas que estos que nosotros denominamos “bombillas” no eran utilizados todavía, sabrás que las noches se iluminaban con las olvidadas y opacas velas.

Lo que es siempre ha sido y los que nacían un día morían en otro. El problema nunca ha sido morir de día, los funerales y entierros siempre se han llevado con la misma lacrimógena normalidad. Ahora que las cosas cambian cuando el oeste termina de tragarse el Sol.

La gente empezó a darse cuenta que los que morían de día pasaban a mejor vida rápidamente. Sin embargo las almas de aquellos que morían de noche se veían caminar por plazas y parques hasta que amanecía; ¡habrase escuchado tal tontería, fantasmas con fobia a la oscuridad!

La gente del añejo y fermentado antaño era muy sabia, mucho más que algunos que hoy incluso gobiernan naciones, y formularon una solución para que sus hermanos cuyos cuerpos ya estaban helados y tiesos  llegaran mas puntuales a si cita con San Pedro.
A globos bien llenos de aire ataron blancas velas , de proporciones un tantito menores a las de un cirio pascual, que se dejaban ir al aire tras pedirle a Dios que esa vela iluminara el camino del muertito al cielo, guiándolo a Él para evitar los extravíos. Si bien la costumbre se ha perdido vemos los cielos ahora repletos de estrellas, que nos recuerdan a aquellos que llegaron y se fueron para estar con Dios.

Las estrellas se ven por todas partes, a Dios iban la velas, a Él también aquellas almas, se habrá perdido la tradición, que no se nos olvide mirar al cielo, que no se nos pierdan las estrellas, que no se nos pierda Dios.